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Historia

Período Prehispánico

Hacia los 5.000 a 4.000 a. C. pequeñas bandas de cazadores recolectores usufructuaban de los recursos ofrecidos por los sistemas de salares y quebradas de la zona. Vestigios culturales de esta etapa de desarrollo han sido encontrados en las antiguas playas de los salares de San Martín y Ascotán, así como en las vegas y lagunas de Cuchicha, Aguas Calientes, Sapunta y Luna asociadas a los salares antes mencionados (Le Paige 1958; Bravo s/f Ms; Núñez 1965; Cárdenas 2000Ms), además de quebrada del Inca (Núñez 2002 Com. Pers).

Al parecer, fueron estos espacios los que articularon la movilidad de estas bandas de cazadores recolectores, ya que sería en estos lugares donde podían cazar camélidos silvestres y aves acuáticas, además de obtener diferentes recursos vegetales para recolectar.

Es posible que la movilidad estacional de dichas poblaciones haya alcanzado sectores como la cuenca del Loa, el altiplano de Lípez y/o las inmediaciones del salar de Uyuni, ocupándose desde ese entonces este espacio como un sector de conexión de diferentes pisos ecológicos.

Período Colonial

Posteriormente, con el arribo de los españoles durante la época colonial (ca. XVI-XVIII) se produjeron profundos cambios en la vida de las poblaciones indígenas, desde la llegada de enfermedades desconocidas hasta la imposición de una nueva religión. Junto con esto, se los redujo en pueblos de indios, su trabajo era entregado a nuevos señores, debieron participar de una labor minera en creciente desarrollo, insertarse en una economía mercantil y convivir con un idioma diferente en desmedro del propio. Era de esperar que todo esto contribuyera a un choque cultural violento, ya que las estrategias de conquista española no sólo pretendían cuestionar el bagaje cultural de estas poblaciones, sino modificarlo por completo dentro de un proceso de dominación absoluto e impuesto por la fuerza.

La evangelización colonial consideró medidas tan extremas como el proceso de extirpación de idolatrías, a través del cual se prohibía a los indígenas practicar cualquier tipo de ritos en honor a sus dioses. De este modo, se quiso erradicar todas aquellas costumbres y fiestas relacionadas con el culto a los cerros, a la tierra y al sol, entre otros, para obligarlos a aceptar las creencias católicas con el culto a su dios y sus santos (Castro 1997). Sin embargo, a pesar del fuerte proceso al cual fueron sometidos, los indígenas pusieron en marcha diferentes mecanismos para mantener de algún modo sus prácticas religiosas, ya sea realizando sus ceremonias a escondidas o combinando sus antiguas creencias con las recién impuestas, generando así el catolicismo andino indígena.

Período Republicano

En tiempos republicanos, la población pastoril de Ollagüe comienza a articularse al desarrollo de la minería con diferentes modalidades, ya sea vendiendo sus productos pecuarios a los centros mineros, o posteriormente cuando las azufreras están en funcionamiento y comienza la explotación a gran escala de cobre, con la venta de combustible vegetal (llareta) a estos centros mineros. En este contexto, una de las características principales de la ocupación de la zona de Ollagüe es su vinculación con la actividad minera, en circunstancias en que el trabajo agrícola se vio siempre limitado por las restricciones que impone el medio ambiente en este sentido, las cuales incluso afectaron en alguna medida a la ganadería. Como vimos en páginas precedentes, se trata de una puna árida y salada, con escasas precipitaciones y con un régimen térmico extremo, en la cual sólo las llamas y los burros han podido mantenerse en ciertas cantidades al haberse integrado a diversas actividades extractivas.

Durante momentos coloniales tardíos y republicanos previos a la anexión de este territorio al Estado chileno, esta zona fue una de las rutas utilizadas para conectar los centros mineros y de población del altiplano sur y la cordillera oriental con la costa, pasando por los oasis de Atacama la Baja ubicados en la cuenca del Loa. Esta misma ruta sería aprovechada más tarde para la salida de minerales mediante la utilización de carretas, como ocurría con el bórax antes de la construcción del ferrocarril Antofagasta-Bolivia.

Historia

Período Prehispánico

Hacia los 5.000 a 4.000 a. C. pequeñas bandas de cazadores recolectores usufructuaban de los recursos ofrecidos por los sistemas de salares y quebradas de la zona. Vestigios culturales de esta etapa de desarrollo han sido encontrados en las antiguas playas de los salares de San Martín y Ascotán, así como en las vegas y lagunas de Cuchicha, Aguas Calientes, Sapunta y Luna asociadas a los salares antes mencionados (Le Paige 1958; Bravo s/f Ms; Núñez 1965; Cárdenas 2000Ms), además de quebrada del Inca (Núñez 2002 Com. Pers).

Al parecer, fueron estos espacios los que articularon la movilidad de estas bandas de cazadores recolectores, ya que sería en estos lugares donde podían cazar camélidos silvestres y aves acuáticas, además de obtener diferentes recursos vegetales para recolectar.

Es posible que la movilidad estacional de dichas poblaciones haya alcanzado sectores como la cuenca del Loa, el altiplano de Lípez y/o las inmediaciones del salar de Uyuni, ocupándose desde ese entonces este espacio como un sector de conexión de diferentes pisos ecológicos.

Período Colonial

Posteriormente, con el arribo de los españoles durante la época colonial (ca. XVI-XVIII) se produjeron profundos cambios en la vida de las poblaciones indígenas, desde la llegada de enfermedades desconocidas hasta la imposición de una nueva religión. Junto con esto, se los redujo en pueblos de indios, su trabajo era entregado a nuevos señores, debieron participar de una labor minera en creciente desarrollo, insertarse en una economía mercantil y convivir con un idioma diferente en desmedro del propio. Era de esperar que todo esto contribuyera a un choque cultural violento, ya que las estrategias de conquista española no sólo pretendían cuestionar el bagaje cultural de estas poblaciones, sino modificarlo por completo dentro de un proceso de dominación absoluto e impuesto por la fuerza.

La evangelización colonial consideró medidas tan extremas como el proceso de extirpación de idolatrías, a través del cual se prohibía a los indígenas practicar cualquier tipo de ritos en honor a sus dioses. De este modo, se quiso erradicar todas aquellas costumbres y fiestas relacionadas con el culto a los cerros, a la tierra y al sol, entre otros, para obligarlos a aceptar las creencias católicas con el culto a su dios y sus santos (Castro 1997). Sin embargo, a pesar del fuerte proceso al cual fueron sometidos, los indígenas pusieron en marcha diferentes mecanismos para mantener de algún modo sus prácticas religiosas, ya sea realizando sus ceremonias a escondidas o combinando sus antiguas creencias con las recién impuestas, generando así el catolicismo andino indígena.

Período Republicano

En tiempos republicanos, la población pastoril de Ollagüe comienza a articularse al desarrollo de la minería con diferentes modalidades, ya sea vendiendo sus productos pecuarios a los centros mineros, o posteriormente cuando las azufreras están en funcionamiento y comienza la explotación a gran escala de cobre, con la venta de combustible vegetal (llareta) a estos centros mineros. En este contexto, una de las características principales de la ocupación de la zona de Ollagüe es su vinculación con la actividad minera, en circunstancias en que el trabajo agrícola se vio siempre limitado por las restricciones que impone el medio ambiente en este sentido, las cuales incluso afectaron en alguna medida a la ganadería. Como vimos en páginas precedentes, se trata de una puna árida y salada, con escasas precipitaciones y con un régimen térmico extremo, en la cual sólo las llamas y los burros han podido mantenerse en ciertas cantidades al haberse integrado a diversas actividades extractivas.

Durante momentos coloniales tardíos y republicanos previos a la anexión de este territorio al Estado chileno, esta zona fue una de las rutas utilizadas para conectar los centros mineros y de población del altiplano sur y la cordillera oriental con la costa, pasando por los oasis de Atacama la Baja ubicados en la cuenca del Loa. Esta misma ruta sería aprovechada más tarde para la salida de minerales mediante la utilización de carretas, como ocurría con el bórax antes de la construcción del ferrocarril Antofagasta-Bolivia.